Una observación.

La mayoría de la gente piensa que la sanidad, ya sea pública o privada, vela por la salud de sus “pacientes” o ciudadanos. Es lo que a través de los medios de comunicación nos han inculcado, pero realmente no sabemos hasta que punto es esto cierto. Se plantean dudas sobre cuales son los objetivos de las industrias que se desarrollan alrededor del negocio de la enfermedad y si estos objetivos coinciden con los intereses de las personas que acuden a los ambulatorios o a las consultas privadas en busca de ayuda médica.
Entre finales del siglo 18 y principios del 19 con los nuevos descubrimientos de Pasteur sobre la teoría microbiana surgieron la industria química agraria y la farmacéutica.
La agroquímica se inició con la fabricación de abonos minerales nitrogenados que en un principio hicieron que aumentaran la producción agraria con éxito y bajo coste, pero con el paso de las cosechas tuvieron que incrementar la cantidad de abono con el consiguiente aumento del coste de producción.
Esto recabó en un empobrecimiento de la tierra ya que estos compuestos químicos destruyen la microbiotica desequilibrando la salud de las plantas con lo que aumentaron las enfermedades de estas.
Seguidamente se dedicaron también a la fabricación de insecticidas como el DDT con los que combatir las plagas.
El resultado ha sido el empobrecimiento de los agricultores por los elevados costes de los agroquímicos y el deterioro de la salud del campo y de todos los que nos alimentamos de él.
Por ese motivo se está volviendo a recuperar el cultivo tradicional con abonos orgánicos que respetan la microbióta facilitando su crecimiento y la salud del ecosistema. (Biodinámica, permacultura, ecológico...)
En el sector farmacéutico la corriente fue la misma. Combatir las enfermedades con compuestos químicos sintetizados en un principio de las plantas que tradicionalmente se usaban.
La introducción de antibióticos, vacunas, fungicidas, etc. en un principio parecía ser la solución pero caían en el mismo error que los agroquímicos, la muerte de la microbióta con el consiguiente debilitamiento de la salud de los organismos.
El resultado de esta “terapèutica” ha sido el aumento de las enfermedades “raras”, el cáncer y un sinfín de enfermedades que colocan al “paciente” en una situación de dependencia y deterioro como consecuencia de los efectos secundarios que estos producen.
Y la pregunta es ¿hasta cuando vamos a seguir confiando en una “terapèutica” que las estadísticas nos dicen que está minando la salud de las personas, del ecosistema, de la vida?.
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